sábado, 19 de abril de 2008

La mente: ¿instrumento de Dios o del Diablo?


En mis investigaciones personales durante la preparación del material de estudio de Teología Pastoral III para ser dictadas en nuestro Seminario (I.B.P.), me di cuenta de dos cosas: 1o. La astucia con que el Diablo ha utilizando la mente y todas las formas de su manifestación adjudicándose para él la gloria del potencial dinámico de ésta; creando alrededor de ella toda una filosofía y una sicología proyectada a través de una suerte de propaganda humana tanto verbal como escrita de tal forma que, cuando hablamos de la mente y sus capacidades lo primero que hacemos es relacionarla con la parapsicología, mentalismo y otras manifestaciones y prácticas que promueve la Nueva Era. Esto ha creado una especie de temor, rechazo y aversión a todo aquello que contenga algún elemento de este asunto impidiéndonos a nosotros, como cristianos, apropiarnos de la bendición de uno de los elementos más valiosos de nuestra personalidad y aprovechar al máximo sus capacidades. En segundo lugar, me di cuenta de cómo, como cristianos, le hemos permitido a Satanás que se apropie “del derecho de autor” que sólo le pertenece a Dios (como creador de la mente ) y hayamos permitido que utilice una terminología, en algunos casos bíblicas, adjudicándose para él ese “derecho” y que nadie haya sido capaz de salir al paso para deslindar la diferencia que hay entre “la carreta de los filisteos y el arca donde es transportada” (Hoff) definiendo los límites y haciendo resaltar la verdad de Dios.

Puesto que Satanás se ha propuesto desvirtuar la verdad acerca de la mente y creyendo realmente que ésta siempre ha sido, es y será el instrumento que Dios utilice para hacernos conocer su Mente y descubrir en él sus planes y propósitos con su Pueblo; con la ayuda de Él trataremos de buscar un poco de luz para iluminar la maraña sucia y oscura conque el Diablo ha querido distorsionar lo bueno que Dios ha hecho y podamos emplearla de una forma santa y creativa para llevar a cabo los planes de Él.


Lo primero , y de una forma sencilla, es necesario que entendamos qué es la “mente”. Según Hopkins la mente “Es un sistema dentro de la gran estructura de la PERSONALIDAD. Es un subsitema que recoge e integra los aspectos siguientes: la inteligencia, la memoria, el pensamiento, la fantasía, el raciocinio”.

Aunque la Biblia menciona todos estos aspectos, no es posible, para este escrito, tratarlos todos, por lo cual, aquí analizaremos de una forma general algunos de ellos que ponen de relieve, especialmente, lo que la Biblia dice en cuanto a esta área importantísima de nuestro Ser como lo es la mente.

La mente sin Dios es aquella que no ha sido afectada por la gracia divina. Es descrita con una naturaleza sumamente pecaminosa. De ella se dice que es una “mente reprobada” (Rom. 1:28); “una mente vanidosa” (Efe. 4:17); “una mente corrompida” (Tito 1:15); “una mente carnal” (Col. 2:28), “una mente enemiga” (Col. 1:21). ¿Qué se puede esperar de una mente de esta naturaleza?


Cuando esa mente es cambiada por Dios, Él concede una NUEVA MENTE : “Más nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Cor. 2:16). Esta nueva mente es regulada por la Revelación Escrita, La Biblia (Heb. 8:10), por lo cual tiene la capacidad de “pensar en las cosas que son del Espíritu” (Rom. 8:5); tiene la capacidad de amar a Dios de una forma consciente (Mat. 22:37); tiene la capacidad de renovarse en Dios (Efe. 4:23), por lo cual, Dios la llena de sabiduría para entender los misterios (Apoc. 17:9) y para servir a la ley de Dios (Rom. 7:25) ¡Qué diferente ahora!

Entre las actividades intelectuales tenemos el pensamiento. El pensamiento es una actividad fundamental de la mente la cual forma ideas producto de la comparación, combinación y estudio de su mundo interior afectada por el mundo físico exterior y el mundo espiritual. Para la ciencia es un misterio como se produce el pensamiento. Los sicólogos materialistas han llegado a decir que el cerebro segrega los pensamientos como una glándula segrega algún líquido; pero esto es completamente inverosímil e inaceptable. 


Aunque el cerebro es un órgano material donde la mente tiene su asiento y a través de la cual se manifiesta, sin embargo, el pensamiento no es una cualidad inherente del cerebro sino de la personalidad. Esto sería igual que confundir al piano con el pianista que lo toca y utiliza para manifestar sus dotes musicales. La mayor o menor perfección en la manifestación del pensamiento no estriba en su fuente: la personalidad, sino en el instrumento, el órgano que utiliza que a veces es defectuoso: el cerebro. En el hombre, toda su personalidad ha sido afectada por el pecado: Espíritu, alma y cuerpo. “El hombre interior” , el alma y espíritu afectada, por el pecado, cual piano desafinado, le es imposible realizar sus funciones psíquicas correctamente, llegando a la conclusión que tanto “el pianista inhábil”, como el “piano desafinado”, aunque pueden “sonar”, sin embargo le es imposible “producir música” o sea realizar sus funciones intelectuales con eficacia. Sin embargo, en ambos casos, siempre hay una diferencia entre el “ejecutante” y el instrumento que utiliza.


Ahora, cuando decimos que nuestras actividades intelectuales afectan nuestras actividades psicofísicas y al medio en que nos movemos cabe decir que Dios en Su Palabra nos aclara tanto los alcances de la mente humana, como sus limitaciones. ¿En qué forma el medio influye en nuestras funciones fisiológicas y anatómicas del cuerpo? ¿En qué forma la mente cambia y transforma el medio que nos rodea?


A la primera pregunta ¿en qué forma el medio influye en las funciones psíquicas, fisiológicas y anatómicas? podemos responder que nuestras capacidades mentales se manifiestan a través de un órgano llamado cerebro que a la vez utiliza todo un complejo o red nerviosa cuyas células, llamadas neuronas juegan un papel importantísimo en el comportamiento físico-anatómico de nuestro organismo. Si el cerebro queda afectado por traumas físicos o psíquicos  las funciones psíquicas y corporales pueden ser modificadas, o sea, en este caso, el medio exterior influyó en la modificación, tanto de la conducta como en el funcionamiento de algunos de nuestros órganos o miembros. Estas modificaciones no son producto del carácter mágico del medio, sino que hubo una influencia concreta en la persona.

En ocasiones el medio no afecta en forma drástica nuestra personalidad, sino de una forma lenta y paulatina. Esto se produce por medio de la educación, el deporte, la religión, la política que tienden a ir formando un perfil singular en el hombre.

¿Cómo la mente influye en el medio?. Poniendo ciertas actividades intelectuales en ejercicio a través del cuerpo. O sea, toda la capacidad física se pone en movimiento para alterar el medio de acuerdo al diagrama establecido por la mente después de haber hecho un análisis organizado del asunto en cuestión. La mente, por sí sola, lo que hace es pensar; el cuerpo, por mandato de la mente y controlado por la mente, lo que hace es actuar, producir, edificar o todo lo contrario.

La mente sola, de por sí misma, ni aún en el máximo de su potencialidad puede alterar en nada el medio, ni acarrear para sí objetos materiales tales como plata, dinero; hacer que una casa se construya sola con su “poder”, destruir algo por medio del esfuerzo mental sin la intervención de la voluntad y accionar de los miembros del cuerpo. Es el hombre en todo su conjunto psicosomático lo que produce cambios en su medio.

“La filosofía hermética, que subyace en todas las manifestaciones de religiones paganas, tales como la hechicería, el vudú, todas las magias, etcétera, mantienen el principio: mente sobre materia”. Con esta expresión, ellos enseñan que la mente, de por sí sola y por medio de la ejercitación sistemática, puede desarrollar una fuerza capaz de influir en la materia y transformarla sin la intervención física de la persona. Ellos enseñan que nuestra mente es parte de la Mente Universal, la cuál produjo la materia. Que nuestra mente tiene todo el potencial y facultades de la Mente Universal, simplemente que no lo utilizamos, sólo en un diez por ciento de esa potencialidad.

Que el hombre puede desarrollar sus facultades mentales de tal forma que seamos capaces de influir, no solo en la materia sino también en otras mentes. Sin embargo, el mismo Dios, esa Mente Universal de la cual ellos hablan, que no es más que el Dios creador del Universo y creador del mismo hombre, dice en Su Palabra: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni mis caminos vuestros caminos. Como son más altos los cielos que la tierra, así son más altos mis pensamientos que vuestros pensamientos. O sea, que la Mente Universal nos dice que ella, aunque creó la mente finita del hombre, la mente del hombre no es parte de su mente y mucho menos de mentes rebeldes y aberradas.


La mayoría de los efectos que produce la magia sobre la materia, reproduciendo efectos que se escapan a las facultades humanas normales se obedecen, solamente, a la acción de fuerzas demoníacas y satánicas, que utilizando sus instrumentos humanos y para engañarlos, obran una serie de efectos o señales, prácticas que Dios condena.

En este punto el cristiano tiene que detenerse, para buscar “en el afinador del piano” la solución para una buena ejecución. Dios, el creador del hombre, nos revela la problemática que presenta el ser humano en relación a todas sus alteraciones de carácter psíquicas y cuál es la solución.


Cuando Dios crea al hombre (cuerpo, alma y espíritu) lo crea perfecto. Todas sus facultades psíquicas se manifiestan a través de un cuerpo perfectamente adaptado para sus funciones psicofísicas. El mantenimiento perfecto de esas facultades estribaba en el mantenimiento de las buenas relaciones del hombre con Dios. En ese tiempo el hombre no padecía de estrés, no se preocupaba, no había causas para que su sistema nervioso se alterara; no caían el en afán y la ansiedad y mucho menos en el desequilibrio mental. Esto se debía a que sus relaciones con Dios eran perfectas. Es, pues, la restauración de las buenas relaciones con Dios lo que traerá nuevamente al hombre el equilibrio psíquico y físico.

El pecado, la desobediencia, la soberbia, la rebelión del hombre, fue lo que produjo, en primer lugar la alteración y ruptura de sus buenas relaciones con el Creador y en segundo lugar y por consecuencia la alteración y desequilibrio en sus funciones psicosomáticas. El miedo sustituyó la confianza; la tranquilidad fue sustituida por la intranquilidad; su estado de gozo por la tristeza; su felicidad por la infelicidad; su seguridad por la inseguridad, condición que ha venido persiguiendo al hombre a través de toda su historia.


La mente del hombre ha sido afectada por el pecado. Su cerebro ha sido dañado por el vicio, el tabaco, el alcohol, las drogas alucinantes, etcétera. La Biblia nos presenta un cuadro triste de la naturaleza y manifestación de los pensamientos del hombre sin Dios:

-- Pensamientos afectados por el pecado: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo al mal” (Gén. 6:5)

-- Los pensamientos del hombre determinan su modo de vida: “No comas pan con el avaro, ni codicies sus manjares; porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él...” (Prov. 23:7)

“Extendí mis manos a pueblo rebelde, el cual anda en camino no bueno, en pos de sus pensamientos”. (Isa. 65:29

“Sus pies corren al mal, se apresuran a derramar sangre inocente; sus pensamientos, pensamientos de iniquidad...” (Is. 59:7)

-- Los pensamientos malos hacen errar al hombre. “¿No yerran los que piensan el mal? Misericordia y verdad alcanzarán a los que piensan el bien”. (Prov. 14:22)
-- Los pensamientos de los malos son vanidad: “Jehová conoce el pensamiento de los hombres que son vanidad. (Sal. 94:11)
-- Los pecadores solo piensan en lo terrenal: (Filp. 3:19)

Ahora bien, ¿cuál es la relación de Dios, con la mente del hombre? “¿es posible la relación de la mente de Dios con la mente del hombre? ¿Se comunica Dios con el hombre? o ¿puede el hombre, de alguna manera comunicarse con Dios?. Para el cristiano que está familiarizado con las enseñanzas de la Biblia, tal pregunta parece estar fuera de lugar. A través de ella conocemos que Dios se revela al hombre por diferentes medios - en la Naturaleza, en la Historia, en forma verbal o escrita, a través de Jesucristo - y establece una relación personal que puede ser experimentada por todo aquél que acepta a Jesús como su Salvador personal. Sin embargo, la realidad de una relación directa entre la mente de Dios y la del hombre ha sido puesta en duda., de tal modo que, en ocasiones se ha convertido en una mera posibilidad, más o menos hipotética. 


Todo el sistema pseudofilosófico y religioso gnóstico sostuvo (y aún sostiene en sus formas modernas) que la deidad suprema no puede relacionarse con el hombre debido a que la materia que compone una parte del ser humano es mala y, por ende, no puede ponerse en contacto con Dios. Sobre la base de este supuesto surge la teoría de las emanaciones o eones, seres intermediarios entre Dios y el hombre, mediante los cuales se establecía la posibilidad de una relación indirecta, siempre y cuando, el ser humano cumpliera con determinados requisitos. Luego, mediante purificaciones y reencarnaciones sucesivas, el alma humana, capturada por el pecado original en un cuerpo material malo, puede desprenderse del mismo y entrar en contacto directo con ese Dios o Mente Universal con el cual podía fundirse.

El filósofo alemán del siglo XVIII, Kant, sostuvo, en su obra “Crítica a la razón pura”, la imposibilidad del hombre de conocer, mediante la razón, lo que él llamó “el mundo del nóumeno”, el Dios espiritual y Dios incluido en él mismo. En el marco de las teorías racionalistas del siglo XVIII , se desarrolla un concepto filosófico en cuanto a Dios denominado Deísmo: Él es el Creador del Universo y del hombre, pero luego de terminar su acto creativo, se desentendió de los humanos, los dejó liberados a su suerte (“como el relojero que da cuerda al reloj y luego lo deja funcionando solo (Pearlman)), y no se comunica ni relaciona con sus criaturas” (Alba Llanes).

En consecuencia, todas estas filosofías y sus ramificaciones peculiares llegan a la conclusión de que al hombre normal le es imposible comunicarse directamente con Dios o La Mente Universal y al fin y al cabo, quizás, después de millones de años y a través de reencarnaciones y purificaciones, el alma llega a fundirse con algo que al fin y al cabo nada es.



Sin embargo la Biblia enseña otra cosa diferente y más halagüeña para el hombre. Porque Dios, el creador del hombre si se interesa por el hombre, y como creador de él, lo conoce perfectamente bien, más de lo que podemos imaginar. Ahora bien, ¿cuál es la naturaleza del mutuo conocimiento Mente de Dios-Mente del Hombre?. Según lo que el creador del hombre nos revela en Su Palabra, La Biblia (y no hay otra palabra de Dios) esta relación se proyecta hacia tres aspectos:



1o. El conocimiento que tiene Dios de la mente del hombre y toda su actividad intelectual. Sean creyentes o no.
2o. El impío, jamás podrá llegar a conocer la mente Dios y mucho menos tener una relación mente-mente.
3o. En el caso del hombre convertido, perdonado, santificado, no solo puede llegar a conocer la mente de Dios, sino que la Biblia nos enseña que podemos “tener su mente” (1 Cor. 2:16). Detallemos:


1o. Dios conoce la mente del hombre y toda su actividad mental.-

-- “...porque Jehová escudriña los corazones y entiende todo intento de los pensamientos...”

(1 Crón. 28:9)

-- “Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensa-

mientos, y has escudriñado mi andar y mi reposo y todos mis caminos te son conocidos.

Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, OH Jehová tú las sabes todas”. (Sal.

139:1-6)
-- “Yo conozco tus obras y tus pensamientos” (Isaías 66:18)
-- “Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo por qué pensáis mal en vuestros
corazones”. (Mat. 9:4)

En relación con sus actividades mentales, sólo, sólo Dios es capaz de penetrar en ellas, pero sin confundirse con ellas:

-- “Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según el . fruto de sus obras” (Jer. 17:10)
-- “Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las Iglesias conocerán que yo soy el que escudriño la
mente y el corazón” (Apoc. 2:23)
-- “Examíname, OH Jehová, y conoce mi corazón y ve si hay en él camino de perversidad,
y guíame por camino eterno” (Salmo 139:23).
-- “OH Jehová, que pruebas a los justos, que ves los pensamientos y el corazón, vea yo tu
venganza en ellos porque a ti he encomendado mi causa”. (Jer. 20:12)
-- “Jehová frustra los pensamientos de los astutos para que sus manos no hagan nada...”
(Job. 5:12-13).

Todo intento del hombre de incursionar en esta área de la personalidad, ya sea en su propia mente, la mente de otros o la mente de Dios; pretender tener control y dominio en esta área, no es más que una presunción orgullosa y rebelde de su parte, pues esta área sólo está reservada para Dios, y es el mismo Dios condena toda práctica y fórmulas para lograr estos objetivos.

Hay una pregunta, que quizás, sea conveniente hacerla aquí: ¿Si los cristianos bíblicos no somos panteístas, en que forma la mente de Dios conoce o penetra la mente del hombre? Realmente, hay cuestiones que se escapan al conocimiento del hombre de tal forma que tenemos que repetir las palabras de David: “Tal conocimiento es demasiado grande para mi, no lo puedo comprender” (Salmo 139:6) Sin embargo, esta pregunta se puede responder de la misma forma en que contestamos sobre la enseñanza de la omnipresencia de Dios: Dios está en todo lugar, lo penetra todo, pero sin confundirse con su creación. De la misma forma que los rayos del sol penetran el agua hasta el fondo del lago y su luz lo ilumina todo (y cuando se retira todo vuelve a la oscuridad) esa luz ni se ensucia, ni contamina, ni se confunde, así la mente de Dios lo penetra todo, penetra la mente del hombre de tal forma que nada se escapa a su conocimiento. De todas formas esto es un misterio para nosotros y debemos ser cautos para no caer en una trampa.

2o. El hombre impío jamás podrá conocer la mente de Dios, pues su condición pecaminosa lo impide. Esta penetración de la mente de Dios en la mente del hombre sin regenerar no implica una revelación de sus planes y propósitos. Esto solo lo hace Dios con sus hijos. Le hace comprender sus pensamientos, porque son sus hijos los interesados en hacer la voluntad de Él. La penetración de la mente de Dios en la mente del hombre natural lo hace en virtud de su capacidad cognoscitiva, indagadora, escudriñadora y judicial. Colecta así los elementos, los acumula para el día del juicio donde el Señor “aclarará lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones” (1 Cor. 4:5) “No hay cosa oculta que no haya de ser manifestada en su presencia en aquél día: antes bien, todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquél a quién tendremos que dar cuenta” (Heb. 4:13).


El impío no podrá conocer a Dios en su condición, porque la naturaleza de su mente es altamente pecaminosa, la Biblia la define como una “mente reprobada” (Rom.1:28), vanidosa (Efe. 4:17), carnal (Col. 2:18) y corrompida. “Dice el necio en su corazón (mente): No hay Dios. Se han corrompido...” Salmo 14:1-2; por lo tanto rechaza de plano a Dios para que sus “obras no sean reprendidas” (Juan 3:20), “porque ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios” (Rom. 1:28) a causa de su vida pecaminosa (Rom.1:28-32).


Dios es “santo, santo, santo” (Isaías 6) y “su ira se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad” (Rom. 1:18). No hay, ni puede haber contacto con Dios en esta condición moral y espiritual. Por esto es que digo que es una pretensión burda que hombres y mujeres que rechazan de plano la fe de Jesucristo y sus mandamientos y que a la vez corren sobre sus propios caminos, puedan ponerse en contacto con algo que ellos mismos, con sus filosofías huecas y obras muertas, rechazan.



Este desconocimiento de Dios produce “un entenebrecimiento de sus razonamientos y el entenebrecimiento de sus corazones y profesando ser sabios se hacen fatuos” (Rom. 1:21-22), por lo que “el entendimiento de ellos se embotó” y “el dios de este siglo cegó los entendimientos de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de Jesucristo el cual es la imagen de Dios” (2 Cor. 4:4). Esta situación de oscuridad espiritual es la causa de la producción literaria, filosófica, parapsicológica, que Satanás, fuente directa de esta actividad, utiliza para engañar. El toque final se lo da él mismo al actuar detrás de todo el sistema de fórmulas mágicas, prácticas esotéricas, experiencias paranormales, ejercicios mentalistas produciendo alteraciones “milagrosas” dentro y fuera de ellos; haciéndoles creer que son poderosos, que sus mentes son capaces de crear, destruir, y alterar la materia, cuando en realidad detrás de todas estas actividades está el dios que hay dentro de ellos: Satanás.


En tercer lugar, el hombre convertido, perdonado y santificado, si puede conocer la mente de Dios, no solo esto sino que Dios le da “la mente de él”. “Más ahora tenemos la mente de Cristo”. Cuando el cristiano entiende sus relaciones con Dios, se da cuenta de que su mente está incluida dentro del plan libertador del Señor. Antes de conocer a Jesucristo, “tenía una mente reprobada” (Rom. 1:28) y “corrompida” (Efe. 4:24), “vanidosa” (Efe. 4:17), “carnal” (Col. 2;28). Una mente con estas características no podía producir pensamientos sanos y edificantes, sin embargo, como la Biblia nos enseña que, la mente es “renovable”(Efe. 4:23; 1 Cor. 2:16) y Dios puede escribir sus leyes en ella (Heb. 8:10), también tiene capacidad de relacionarse perfectamente con Dios amándole “con toda la mente” (Mat. 2:37)



Una mente renovada, transformada, con una naturaleza espiritual controlada por Dios, tiene necesariamente que producir y recrearse en pensamientos sanos y edificantes. La naturaleza de sus pensamientos es muy diferente a la de los impíos, pues tenemos la capacidad de repeler y no permitir los pensamientos inicuos (Jer. 4:13) que quieren tomarla y gobernarla. Podemos decir que la mente es el “recibidor” que visitan todo tipo de pensamientos. Está en nosotros que “entren a la casa” aquellos que deben entrar y a los otros tenemos la libertad y facultad de echarlos. No permita que los malos pensamientos se recreen dentro. Son peligrosos y traicioneros. ¡Échelos pronto!


Tenemos que reconocer que en ocasiones no es fácil echar ciertos pensamientos que insistentemente nos perturban. En ocasiones sentimos una sensación de culpabilidad; por otra parte sentimos la acusación e Satanás y éste trata de hacernos creer que ellos se producen dentro de nosotros. Nuestro corazón sufre porque no queremos que ellos “vengan a nuestras cabezas” pero es bueno que entendamos, que en una mente cambiada por Cristo, los pensamientos malos no se producen de adentro hacia afuera sino que ellos son producto de factores externos que nos impresionan; son esos “dardos de fuego del enemigo” que utilizando la susceptibilidad de la mente a los estímulos externos nos hace creer que ellos surgen y son parte de nosotros. La prueba está en el rechazo que le hacemos, el sufrir por la incursión de ellos en esa parte e nuestra personalidad, la reacción contra ellos. Todo esto nos muestra que no nacen en nosotros. Por eso dije que es necesario echarlos de plano y urgente. Si damos cabida, si nos recreamos en ciertos y determinados pensamientos que se producen en nuestra mente, si los acariciamos, entonces sí llegan a ser parte de nosotros a la postre hasta afectar nuestros afectos y voluntad.

Del interior del creyente sincero, del hijo de Dios, del siervo de Dios salen pensamientos diferentes; y es bueno que analicemos, para nuestro consuelo y beneficio la naturaleza de los pensamientos de un corazón regenerado por la Palabra y como ellos pueden ser un antídoto para desarticular esos “dardos de fuego”:



-- Los pensamientos que fijamos en Dios traen perfecta paz al corazón. Is. 26:3; Filp. 4:7.

-- Los que piensan el bien tendrán alegría. Prov. 12:20

-- Los que piensan el bien, “misericordia y verdad los alcanzarán” Prov. 14:22
-- Los que “piensan en generosidades, por sus generosidades serán exaltados” Isa. 32:8
-- Los pensamientos de los justos son sabios e inteligentes. Salmo 49:3
-- Los justos piensan con cordura. Rom. 12:3
-- Los justos piensan en las cosas dignas de alabanza. Filp. 3:19
-- Los justos piensan en el pobre. Sal. 41:1
-- Los justos piensan para responder. Prov. 15:28
-- Los pensamientos del justo son rectitud. Prov. 12:5
-- Por todo estos “los pensamientos del justo serán afirmados” Prov. 16:13

Muchos versículos más, decenas de ellos, nos hablan de las características del pensamiento del hombre justo. Pero algo muy importante hay que resaltar aquí, que esta condición no es producto, ni de la casualidad, ni de la labor de sicólogos, siquiatras y mucho menos e parasicólogos. Tampoco se debe a un proceso de sanidad interior controlado , manipulado, dirigido y producido por el hombre. No hay hombre, ni materialista ni espiritualista que pueda producir en la mente del hombre un cambio tan radical, una obra terapéutica tan efectiva que traiga más equilibrio psicológico, que sume todo su complejo sicofisiológico en una armonía tan grande y perfecta como lo produce el Espíritu Santo de Dios cuando hace que el hombre tenga un encuentro con el Cristo Libertador y con La Palabra Sanadora. Es entonces que el hombre puede decir como David en el Salmo 4:8 “En paz me acostaré y así mismo dormiré, porque solo tú Jehová me haces vivir confiado”; y el Salmo 3:5 “Yo me acosté y dormí y desperté porque Jehová me sustentada”. Y el Salmo 127:2 nos dice: “A su amado dará Dios el sueño”.

La Biblia nos enseña que la mente como creación divina y parte y miembro de todo nuestro sistema sicofísico no debamos presentarla como instrumento de iniquidad, sino que la debemos presentar a Dios como instrumento de justicia (Rom. 6:13) porque solo de esta manera será un instrumento poderoso en Sus manos “para destrucción de fortalezas...para derribar argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios (capaz de) llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (1 Cor. 10:4-5).

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